REGRESO AL FUTURO I Día Mundial del Teatro 2023
Somos quienes utilizamos la luz del arte para enfrentarnos a la oscuridad de la ignorancia y el extremismo. Somos quienes abrazamos la doctrina de la vida, para que la vida se extienda en este mundo.
Samiha Ayoub.
En el Día Mundial del Teatro, miles de voces de artistas, técnicos y espectadores entablamos en decenas de idiomas un mismo diálogo. Somos cómplices de un ritual milenario, el de las artes escénicas (AAEE), que comenzó tejiendo historias de dioses y mitos y que permanece inherente a lo humano y a su empeño por comprender y transformar. ‘El medio humano por definición’, refirió Camus. Esta cita anual está protagonizada por el mensaje a través del cual una figura de talla mundial comparte sus reflexiones sobre la relación entre teatro, arte y sociedad. Este año se trata de la actriz egipcia Samiha Ayoub, con una emocionado alegato sobre la escena y la cultura de la paz.
Es también un buen momento para renovar la conciencia sobre el valor de este arte, su dimensión como actividad profesional y su papel en el mundo de nuestros días. Este año podemos abordarlo con una rotunda afirmación en palabras de Juan Mayorga: “El teatro es el arte del futuro”. Hoy las máquinas y la inteligencia artificial suplantan crecientemente los actos, las palabras, los sonidos e incluso la inspiración, hasta ahora atributos de lo humano. Es un momento de máxima sospecha sobre la autenticidad de lo que experimentamos; pero en la misma medida, cuanto más avanza lo virtual, más sentido adquiere la verdad del encuentro escénico para compartir algunas de las cosas que realmente merecen la pena: el ingenio, el cuerpo a cuerpo, la complicidad, la memoria, el brillo de la inteligencia que nos destaca en la naturaleza y que nos cohesiona como ciudadanos/as libres.
Como creadoras de sentido y conocimiento que son, las AAEE contribuyen a la calidad de las sociedades democráticas y las hace más fecundas, más críticas, más resistentes, más diversas y reconocibles a la vez. Ninguna organización pública -desde organismos internacionales hasta el último ayuntamiento- cuestiona hoy el valor social de la actividad escénica y desde hace décadas está inserta en los diferentes corpus legislativos como uno de los asuntos que les corresponde proteger. Esto requiere coherencia entre el discurso, la acción política y los recursos necesarios. Por ello, es preocupante comprobar cómo el gasto público (inversión pública debería llamarse) en teatro y danza en la CAV mantiene su tendencia a la baja desde hace años: si en 2010 era de 15,8 € por habitante, en 2020 se sitúa en 11,9 €, un -25% menos; mientras, el IPC crecía un 14,6% (EUSTAT). A falta aún de estadística actualizada, podemos temer aún más el impacto de esta desatención creciente si añadimos los datos de la pandemia: en el trienio 2019-2021 las representaciones han caído el 33%; los y las espectadoras, un -62% y las recaudaciones de taquilla, un -55% (SGAE 2022). Esta evolución no ha sido homogénea: la reducción se centra en el nivel foral y el municipal, los más directamente relacionados con la exhibición, pues 9 de cada 10 teatros son públicos.
Tras estas cifras se esconde una lucha titánica de las compañías por mantener estructuras y elencos y completar espectáculo a espectáculo giras que den sentido al desafío artístico y empresarial de producir espectáculos. Las empresas históricas se reducen a lo imprescindible, estresando como nunca hasta ahora su día a día; las compañías emergentes desesperan buscando su hueco en el mercado. Mientras tanto, la precariedad profesional se apodera del conjunto.
Se cumplen cuarenta años desde la aprobación de la LTH que distribuyó las competencias entre los diferentes niveles de la administración vasca. En lo relativo a AAEE, todo quedó por concretar, aunque alguna voz antigua fuera del texto repartió tres eslabones de la actividad escénica: la formación, la producción y la exhibición. Hoy es imprescindible reformular estos y atender otros que en aquel 1983 eran impensables, como la fiscalidad, las estructuras de producción independiente, la educación, la distribución, el modelo de giras, la internacionalización, la comunicación o el acceso y desarrollo de los públicos en el centro de todo. El conjunto debe ofrecer una misma lógica, un propósito compartido por todas las instituciones con una mirada de país actualizada. El Plan Estratégico Cultura 2028 recién presentado por el Gobierno Vasco detecta -otra vez- esta exigencia, situándola en relación con Hakoba Kultura: “…en las artes escénicas, en su amplitud y variedad, resultaría muy eficaz la unidad y estructuración.” Pasemos, pues, del futuro hipotético ‘resultaría’ al modelado entre todos los agentes de un sistema que nos permita adaptarnos a la realidad de la sociedad digital del siglo XXI. Esta intervención sobre el modelo sin duda reducirá además la incertidumbre y los costes sociales a los que, como el Estatuto del Artista pretende, debe de responder la Administración cuando todas las puertas se cierran.
Curiosamente, en este Día Mundial del Teatro de 2023 estamos de cine. Necesitamos un DeLorean que nos vuelva al 2010 para actualizar los recursos perdidos para la exhibición escénica. Una vez allí, regresar al futuro con lo aprendido y reformular una auténtica estrategia interinstitucional que lidere el talento de las personas y el buen contexto de nuestra sociedad en pleno cambio de época. Porque, como una vez nos recordó Carlota Ferrer: “No sobrevive el animal más fuerte sino el que mejor se adapta. El teatro es ese animal.”
Junta Directiva de Eskena. 27 de marzo de 2023.